

Llama la atención ver en nuestras salas un filme de carácter político y, a la vez, importante tirón comercial. Y es que parece ser que, con las elecciones estadounidenses relativamente cercanas y una audiencia cada vez más concienciada, directores de la talla de Brian de Palma (la recién estrenada "Redacted"), Paul Haggis (una pena que el estreno de su aclamada "En el valle del Elah" se retrase hasta enero) y Robet Redford han decidido ocupar parte de su filmografía con el delicado tema de los errores de la gestión de Bush en lo que concierne, sobre todo, a la terrible guerra de Irak.
No obstante, al contrario que sus compañeros de profesión, Redford pretende con su "Leones por corderos" , no sólo trazar una rotunda (que no morbosamente explícita, como la de De Palma) crítica contra el enfrentamiento bélico mencionado, sino también tratar las causas y consecuencias que este ha generado en el mundo político, periodístico y educativo. De esta forma, el filme se compone de 3 escenas diferentes que se alternan y complementan cual tríptico de fondo uniforme: la entrevista que un joven senador republicano de prometedor futuro e inquietente astucia (sorprendente Tom Cruise)concede a una escéptica, desengañada y muy humana periodista , interpretada con la convicción habitual por Meryl Steep , que acaba derivando en intenso duelo dialéctico; la interesante conversación entre un idealista profesor de universidad (correcto Redford) y un alumno incrédulo y comprensiblemente decepcionado con eso que llaman "ciencias políticas", y la lucha entre la vida y la muerte que deben emprender dos soldados americanos (de origen hispano y afroamericano, respectivamente), alumnos del profesor, ante el inminente ataque de los talibanes en un desolada y aislada cumbre. Las 3 historias, con un carácter insólitamente teatral, fluyen con emoción , ilustrando, con mucho acierto, el contraste entre la comodidad de la política (el sillón de Cruise, su inmaculado despacho, su inhumana capacidad para jugar con los sentimientos) y la realidad a la que se exponen los que deben sufir las interesadas decisiones de los malabaristas políticos.
Hay quien ha acusado al realizador de excesiva suevidez y de no contar nada que no estuviera ya notablemente reflejado en otros filmes y documentales, mas no deberíamos confundir "sutileza" con "suavidad" y, menos aún, infravalorar un noble intento de refrescarnos algo que, por mucho que se haya contado ya (y lo dudo), no deja de estar vigente y de gran actualidad, resultando necesario su conocimiento.
Hay momentos geniales, de profundo interés, que ya por sí solos justifican la existencia de una estimable (me parece que mal comprendida) cinta cuyo objetivo no es otro que concienciar al espectador y dialogar con él de forma indirecta. Sólo en el desenlace, parcialmente abierto, surge una conexión directa en la que se nos plantea un interrogante terrible, al que no sólo el personaje, sino también nosotros deberíamos responder.
Para amantes de la reflexión estimulante y la denuncia de los mortales jueguecitos del poder.
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