
Ayer noche, t-5 y Antena 3 firmaron la primera declaración de guerra de este curso que se anuncia movidito (en muchos ámbitos) y en el que, televisivamente hablando, no parece que vayamos a aburrirnos. Desde luego, lo de ayer fue prometedor: tres propuestas interesantes (incluyo el documental de LA 2 sobre los gays en la época de Frenco, que finalmente no pude grabar) y dos esperados estrenos, que cómo no, debían rivalizar entre sí para entretenimiento de directivos aburridos y avariciosos. Aunque claro, la avaricia rompe en saco, y después de tanto bombo y platillo, ninguna de las dos ha cuajado mucho si tenemos en cuenta las discretas cifras de audiencia obtenidas por ambas: y es que la americanada de la 1 ("El bar Coyote" ) y el baloncesto (ay, los deportes...) se interpusieron con descaro entre el público y las nuevas ficciones. Ya se sabe que lo del respetable cada vez merece menos respeto...Lo digo porque, tanto "Quart" como "Hermanos y detectives" se merecen algo más que un 15 y 17% de share, respectivamente.
Empecemos por la propuesta de A-.3, "Quart", una ambiciosa adaptación de la novela de Reverte, "La piel del tambor" , aunque en lenguaje televisivo, es decir, con tramas independientes en cada capíttulo, manteniendo a los protagonistas y varios argumentos de fondo. El experimento (lo llamo así ya que pocas veces se han visto series con parecido planteamieto y ambición) ha sido muy publicitado; algo compresible si reparamos en el miedo que las cadenas tienen a que sus grandes inversiones caigan en saco roto, como ya le pasó a la "pobre" T-5 con su fallida "Vientos de agua". Se había anunciado la abundancia de exteriores, el ritmo trepidante, las aventuras intrigantes... Pues bien, lo de ayer fue un espectáculo casi alucinante: un cura (bien atlético el mozo) haciendo flexiones, reencontrándose con un amor de juventud, resucitando el espíritu de la Fletcher (la Iglesia hace de todo, o eso parece) para resolver crímenes imposibles, pero, eso sí, sin casi humor y sin la simpatía de la Lansbury (me parece a mí que Roberto Enríquez, el actor, se lo ha tomado demasiado en serio). Lo que ya es más difícil es que el espectador se tome en serio un híbrido irregular entre "El pájaro espino" , "El código Da Vinci"(organización secreta incluida) y los misterios de "Se ha escrito un crimen" sustituyendo las pistolas por cruces sagradas (envenenadas) y los asesinos por devotos no muy santos, que se diga, todo ello sazonado con el tono de las novelas de Matilda Asensi, que hablan de todo y de nada a la vez. En fin, que el resultado es ameno y estimulante, en un panorama televisivo pobre de ideas y de medios (aquí los hay), pero uno no puede dejar de pensar si el (impecable) envoltorio no es más que un escondite del desmadrado contenido, donde sobra gravedad y falta coherencia.
Veremos cómo evoluciona.
En cambio, si por algo destaca "Hermanos y detectivos" es por su inesperada simpatía y su saludable falta de pretensiones: tras una notable intruduccción en la que Poncela pretende demostrarnos que puede interpretar tanto a Carlos Deza como a un calculador asesino (lo consigue con creces), la serie toma los derroteros familiares (en las primeras escenas habría una estampida del público infantil: mala maniobra) y nos presenta a un policia "del montón", humano y un tanto cansado del oficio, (se agradece que no sea un héroe, como en tantas series policiales) que descubre tener un hermano del que debe hacerse cargo: El niño resulta ser superdotado, argentino y en el borde de lo repelente, pero hace gracia, y sobre todo, se come la pantalla con su expresividad y su acento argentino, que por una vez me parece muy divertido. La trama decae un poco en su desarrollo, convencional y con alguna laguna de ritmo, pero enseguida recupera y la acción prefiere el humor a la espectacularidad. Tiene todas las papeletas para ser un éxito, aunque necesita pulir sus imperfecciones.
En resumidas cuentas, dos estrenos estimables (con matices) a los que habrá que seguir la pista. Veremos.
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